El Perú tiene una riqueza cultural inmensa que va desde nuestras sabias culturas ancestrales, nuestra música, literatura, gastronomía y porsupuesto nuestros bailes. Este año por primera vez fui al Festival de la Marinera en la ciudad de Trujillo, ubicada a 557Km. al norte de Lima. Una semana de fiesta y orgullo nacional: cientos de parejas que concursaron en distintas categorías: desde niños de 4 años hasta participantes de la tercera edad. El festival se realizó en el Coliseo Gran Chimú, bastante venido a menos dicho sea de paso, es una pena porque con la cantidad de dinero que recaudan cada año no han hecho nada para modernizarlo, ni siquiera mantenerlo decente. Pero bueno, lo más importante fue poder vivir esta fiesta de color, gracia y coqueteo: todo un orgullo no sólo para los trujillanos, sino para todos los peruanos que estuvimos ahí.
Los resultados, por lo que me dijeron ahí, siempre son bastante discutibles y los ganadores no siempre son los que bailaron mejor (parece que aquí también la vara y la plata juegan un papel protagónico).
Un lugar al que no podía dejar de ir era la Huaca del Sol y la Luna, centro del poder de la cultura Mochica, que se desarrolló entre los años 100 y 900 después de Cristo. El trabajo arqueológico, de investigación y conservación que se está haciendo es impecable y aún falta mucho por develar. Un sitio maravilloso con una energía indescriptible y que vale la pena visitar.
