Cómo cuestan las palabras
Categoría:
REFLEXIONES
Dicen que el silencio vale más que mil palabras... pues no estoy totalmente de acuerdo. La palabra existe para comunicarse, para eso fue creada. Al inicio de los tiempos no habían idiomas, no existían barreras, podíamos comunicarnos con la mente, a través del espacio y del tiempo. Había una comunicación clara y directa con todos los seres del cosmos; sin embargo, los humanos complicamos todo y creamos códigos distintos (llámense idiomas) que finalmente se convirtieron en una barrera para la comunicación; felizmente hay formas de romper estas barreras.
Este artículo lo empecé a escribir hace un par de días y ha estado rondando mi cabeza debido a las cosas que me han pasado.
Teniendo los medios y las oportunidades para comunicar lo que uno tiene en el corazón, a veces nos cerramos por miedo, por indiferencia, por cólera, por tristeza y por mil motivos más, y callamos; y ese silencio duele, duele más que las verdades... duele el alma. Las actitudes, la indiferencia, ese silencio que no entiendes, que quieres descubrir pero que no hay forma de hacerlo; porque el ser a quién tu sientes tan cerca tuyo y en quien confías no te dice qué pasa y simplemente dejas pasar las cosas una y otra vez sin entender nada de nada, sin saber si hiciste algo mal, si metiste la pata o qué sé yo... sientes que la comunicación se rompió. Es difícil y dá pena.... creo que estoy demasiado sensible estas últimas tres semanas o tal vez soy una tontonasa que se hace bolas por gusto; pero bueno, es bueno hacer catarsis; y creo que la única manera de hacerlo es en mi diario, en este blog y en uno que otro mail que escribo.
A todos nos cuesta hablar, sobretodo cuando las cosas que uno va a decir son difíciles, y cuando uno se va a sentir expuesto y vulnerable o tal vez porque en algún momento de la vida uno habló, abrió su alma y le hicieron daño... pueden haber muchos motivos. Pero aunque hablar cueste, a veces es necesario; sé que a veces no lo es, por respeto, para no invadir el espacio del otro, para no herir.
Me imagino que has experimentado esto en algún momento de tu vida... no sé.
Teniendo los medios y las oportunidades para comunicar lo que uno tiene en el corazón, a veces nos cerramos por miedo, por indiferencia, por cólera, por tristeza y por mil motivos más, y callamos; y ese silencio duele, duele más que las verdades... duele el alma. Las actitudes, la indiferencia, ese silencio que no entiendes, que quieres descubrir pero que no hay forma de hacerlo; porque el ser a quién tu sientes tan cerca tuyo y en quien confías no te dice qué pasa y simplemente dejas pasar las cosas una y otra vez sin entender nada de nada, sin saber si hiciste algo mal, si metiste la pata o qué sé yo... sientes que la comunicación se rompió. Es difícil y dá pena.... creo que estoy demasiado sensible estas últimas tres semanas o tal vez soy una tontonasa que se hace bolas por gusto; pero bueno, es bueno hacer catarsis; y creo que la única manera de hacerlo es en mi diario, en este blog y en uno que otro mail que escribo.
A todos nos cuesta hablar, sobretodo cuando las cosas que uno va a decir son difíciles, y cuando uno se va a sentir expuesto y vulnerable o tal vez porque en algún momento de la vida uno habló, abrió su alma y le hicieron daño... pueden haber muchos motivos. Pero aunque hablar cueste, a veces es necesario; sé que a veces no lo es, por respeto, para no invadir el espacio del otro, para no herir.
Me imagino que has experimentado esto en algún momento de tu vida... no sé.
1 comentario:
Mi experiencia, querida Marietta, me dice que los problemas se arreglan hablando. El mundo se ha convertido casi en una cloaca por falta de comunicación. El silencio es muchas veces necesario y valioso, pero hay ocasiones en las que resulta preferible coger al toro por las astas y resolver lo que nos aqueja con todas las palabras que podamos, obviamente tratando de no herir. De lo contrario, puede ser peor. La mente y el corazón deben estar más unidos que nunca.
Publicar un comentario